
-¿Qué es?- preguntó el caballero, mirando la copa receloso.
-¡Estáis tan asustado! -dijo Merlín-. Por supuesto, por eso os pusisteis la armadura desde el principio.
El caballero no se molestó en negarlo, pues estaba demasiado sediento.
-Está bien, lo beberé. Vertedlo por mi visera.
-No lo haré. Es demasiado valioso para desperdiciarlo.
Rompió una caña, puso un extremo en la copa y deslizó el otro por uno de los orificios de la visera del caballero.
-¡Ésta es una gran idea! -dijo el caballero.
-Yo lo llamo una pajita -replicó Merlín.
-¿Por qué?
-¿Y por qué no?
El caballero se encogió de hombros y sorbió el líquido por la caña. Los primeros sorbos le parecieron amargos, los siguientes más agradables, y los últimos tragos fueron bastante deliciosos. Agradecido, el caballero le devolvió la copa a Merlín.
-Deberíais lanzarlo al mercado. Os haríais rico.
Merlín se limitó a sonreír.
-¿Qué es?- preguntó el caballero.
-Vida.
- ¿Vida?
-Sí- dijo el sabio mago-. ¿No os pareció amarga al principio y, luego, a medida que la degustabais, no la encontrabais cada vez más apetecible?
El caballero asintió.
-Sí, los ultimos sorbos resultaron deliciosos.
-Eso fue cuando empezasteis a aceptar lo que estabais bebiendo."
nada poseo,
pues no puedo conocer lo desconocido si me aferro a lo conocido.