miércoles, agosto 27, 2008

El hombre de la lluvia




"Hacía tiempo que no llovía en la aldea. La sequía había provocado el caos en la población, que vivía fundamentalmente de los frutos de la tierra. No solo aparecieron enfermedades sino que la desesperación había acarreado múltiples problemas de convivencia. El clima reinante era triste y agrio.

Los desesperados rezos, invocaciones y rituales ancestrales resultaron en balde. LLegados a este extremo, los sabios del lugar recurrieron al gran hombre de la lluvia. Cuando éste llegó al lugar observó la desolación y, ante la mirada atenta de los sabios, pidió una cabaña a la entrada de la aldea, así como y pan para cinco días. Nadie entendía nada. Todos esperaban que el hombre les dijera lo que tenían que hacer y lo tenían todo dispuesto para facilitarle lo que quisiera, por extravagante que fuera, pero el hombre de la lluvia no pidió nada más.

Pasaron los tres primeros días y los aldeanos se quedaron en sus casas, expectantes. No hubo más riñas, ni más enfermos, ni más tristeza. Todo era silencio y expectación. Muchos oraron para dar fuerza al hombre de la lluvia. Al cuarto día, llovió. La gente volvió jubilosa de los campos y lugares de trabajo y se dirigió a la cabaña del hombre de la lluvia para festejarlo. Todo el mundo, sobre todo los sabios, querían conocer el gran secreto que había traído las lluvias a la aldea. Él les contestó: "Yo no puedo hacer que llueva".

Aquellas palabras resultaban increíbles. "Pero sin embargo, llueve", decía la gente. El hombre de la lluvia aclaró: "Cuando vine a vuestra aldea, vi el desorden exterior e interior. Fui a la cabaña y yo mismo me puse en orden. Cuando yo estuve en orden, vosotros también os pusisteis en orden y, cuando ya estuvisteis en orden, también la naturaleza se pueso en orden, y al ponerse en orden, llovió".

Este relato nos acerca a la mayor responsabilidad que tenemos con nosotros mismos, con los demás y con la existencia, que no es otra que el ponernos en orden con nosotros mismos. Si en nuestro interior hay paz, comunicamos paz y creamos paz a nuestro alrededor. Por eso, si queremos cambiar este mundo tan sin sentido, a veces debemos empezar por nosotros mismos. Y comenzar por ponernos en orden para sentirnos en paz.


Espero que el relato os haya gustado tanto como a mí y os haga reflexionar aunque sea unos instantes, entonces habrá valido la pena ponerlo. Fuente: Mente Sana Nº40.

1 comentario:

AoKumo dijo...

Esto me ha recordado a una frase que siempre decía mi madre: "La boca está para agradar, no para dañar".
Claro que también está "A palabras necias, oídos sordos" xD.

Está claro que ésta es la teoría... pero ahora a ver quién pone orden a todos los habitantes del planeta... sólo podría...

THE AUTHORITY!! xDD

Anda, nos vemos, loco